sábado, 1 de mayo de 2010

Alianzas por el poder o por el país?

 
 
Pot: José de Jesús Castellanos

abril / 2010

 

El surgimiento de alianzas entre partidos políticos en el actual contexto de la lucha electoral en los estados, ha generado numerosos debates públicos, acusaciones airadas de los priístas, dudas en el interior de los partidos y desconcierto en la opinión pública.

 

A esta confusión han contribuido no pocos articulistas y columnistas políticos, a los cuales nada les satisface, pero que tampoco contribuyen mucho a la formación de la conciencia política de los mexicanos y a la formación de ciudadanía.

 

Las alianzas y coaliciones partidistas no se inventaron en México y hay quienes afirman que es un fenómeno inherente a la democracia. Este fenómeno es habitual en los gobiernos parlamentarios, pero también se registra en el presidencialismo, con distintas características.

 

En cierto sentido, de acuerdo con los politólogos, las alianzas son inevitables cuando en un país existen tres o más partidos fuertes, pues la distribución del voto dificulta que exista una mayoría absoluta a favor de uno de los partidos.

 

Y aunque el sistema electoral permita en los sistemas presidenciales que la primera minoría ocupe el poder Ejecutivo, eso resulta insuficiente en el proceso parlamentario, pues fácilmente, como es el caso de nuestro país, los partidos opositores pueden bloquear las iniciativas del Presidente y paralizar al Congreso; afectan la realización del programa presidencial.

 

En ese caso, si el partido en el poder quiere sacar adelante su programa, requerirá aliarse con alguno de los otros partidos, mediante las consecuentes negociaciones para impulsar sus proyectos.

 

Resulta curioso observar que en el actual contexto político, los mismos que critican la falta de acuerdos y consensos entre los partidos, se rasguen las vestiduras cuando existen "alianzas espurias" entre los adversarios, precisamente a partir de negociaciones que implican que las dos partes ceden algo, pero trabajan en común por aspectos coincidentes.

 

Metas semejantes

 

Hace algunos años, cuando parecía improbable que hubiera alternancia del poder y se iniciara un proceso de transición democrática en el país, la Unión Social de Empresarios convocó a un encuentro entre políticos y empresarios. Desfilaron en la tribuna distinguidos voceros de todos los partidos políticos, exponiendo lo que se  supone son sus propósitos, metas y proyectos para el país.

 

De la exposición de todos los oradores se desprendió la conclusión de que ¡todos quieren lo mismo! La diferencia radica, principalmente, en los medios con que pretenden alcanzar el desarrollo del país. Hay también, sin duda, diferencias y hasta puntos de vista encontrados, pero las semejanzas, al menos de propósito y palabra, son numerosas.

 

Ante esta exposición, las preguntas inevitables fueron y han sido, ¿por qué entonces no se ponen de acuerdo en lo que es común y trabajan por México? ¿Por qué esa oposición sistemática de la oposición hacia quien gobierna?

 

La respuesta ha sido clara: porque a algunos les importa el poder, por el poder mismo, y no el país. Porque quienes aspiran a desplazar a su adversario de los cargos públicos, tratan de estorbar su trabajo, para que le vaya mal y con su fracaso puedan desprestigiarlo ante los electores y desplazarlo.

 

En este contexto vuelve a plantearse el tema de las alianzas: ¿son necesarias?, ¿son posibles?, ¿son legítimas o son espurias?, ¿para qué son?, ¿entre quiénes pueden realizarse?

 

Condiciones para las alianzas

 

La sociedad quiere el bien de México y no de un partido. La autoconcepción de los partidos como enemigos entre sí es una visión equivocada, aunque es clara la existencia de una rivalidad política. Ciertamente existen diferencias de ideas, concepciones y programas, pero todos esperamos de los partidos un claro compromiso por México, más allá de su propio interés.

 

No se puede acusarles de pretender el poder, pues para eso están constituidos. Sin embargo, se entiende que la búsqueda del poder no es un fin en sí mismo, sino el medio para alcanzar el bien común.

 

Por lo tanto, en un escenario de equilibrio en las fuerzas políticas, se requiere que todos estén dispuestos a unir fuerzas y esfuerzos para alcanzar el desarrollo del país. Toda alianza en ese sentido no sólo es deseable, sino también necesaria. Para ello se requiere tomar lo común y marginar las diferencias, por el bien de México.

 

En la actual etapa de la transición política de México, resulta claro que existen diversos grados de avance en torno a la democratización del país, de allí que sea indispensable lograr que en todos los estados del país se implanten las condiciones necesarias para el pleno ejercicio de la democracia; particularmente en aquellos en los que ante el fin del presidencialismo, se ha derivado en un caciquismo de gobernadores que han asumido en su entidad lo peor de aquel modelo, impidiendo el pleno ejercicio de la democracia. Ésa es una lucha común a los partidos y, por lo mismo, una motivación adecuada para las alianzas.

 

Sin embargo, para que ello sea posible y suficiente, se requiere que las alianzas se funden en programas comunes, donde se establezca explícitamente los temas y acciones en que se trabajará y la exclusión  de aquello en que existen divergencias.

 

¿Esto convierte en espuria una alianza? Los teóricos de la política no lo ven así, sino como un reconocimiento de que la política no puede realizarse sobre una pureza ideológica, pero tampoco sobre un pragmatismo total.

 

La acción política equilibra ambos aspectos y, en el caso de las alianzas, implica una negociación, que sin duda será temporal, acerca de lo pragmático, que sin renunciar a los respectivos principios, puede llevarse a cabo e, incluso, acerca de lo que es común como principios doctrinales.

 

El problema es cómo garantizar que lo acordado se cumpla. ¿Cómo compartir el poder? Sólo uno puede ser candidato a gobernador, quien por su prestigio, calidad moral y trayectoria histórica garantiza cumplir lo ofrecido. Para ello, un aliado es el Congreso, donde la aspiración sea establecer un equilibrio de representantes de las fuerzas políticas que integran la alianza. Del mismo modo, buscar el gobierno de municipios en forma equitativa.

 

Asimismo, en las actuales alianzas no sólo se busca la democratización en los estados por medio de la alternancia, sino también preparar el escenario de 2012, a fin de evitar que exista una regresión con carro completo para el PRI en ese año.

 

Es claro que aliarse significa compartir el poder, y que éste sólo se comparte cuando no hay más remedio.

 

¿No pueden trabajar juntos el agua y el aceite?

 

Los enemigos de las alianzas han dicho que es imposible que trabajen juntos el agua y el aceite. Sin embargo, hace poco se hacía la analogía respecto de cómo estos dos elementos trabajan juntos en el offset.

 

El trabajo conjunto de lo que no se mezcla vino a revolucionar las técnicas de impresión para dar a los trabajos que surgen del offset no sólo más nitidez, definición y colorido, sino más luminosidad. Eso se logra cuando cada uno de los elementos aporta lo que le corresponde para un fin común.


México no quiere que los partidos renuncien a su identidad, pero aspira y demanda a que sepan trabajar juntos, complementándose. Esto sí es posible con alianzas, como se ha demostrado en otras latitudes. Eso es lo que se espera para el futuro de México.

 

 

 


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