sábado, 30 de abril de 2011

El engaño de hoy: ideología de género


Por José de Jesús Castellanos


Febrero de 2011





Con el propósito de combatir el mal trato a la mujer, la violencia y las discriminaciones, se introdujo en el mundo una legítima lucha por la equidad y el respeto de la dignidad de todos. Se respondía de esta manera a una legítima aspiración de las mujeres, principalmente para que se les reconocieran derechos iguales a los de los hombres. Eso fue y es inobjetable.



Sin embargo, más allá de esa legítima aspiración y con el pretexto de la misma, se inventó una nueva ideología que tomó de aquí y de allá elementos para hacer una verdadera revolución filosófica, antropológica, lingüística, cultural y social: la ideología de género.



Se trata de uno de los engaños más cuidados y más corrosivos de los últimos tiempos con consecuencias peores que las engendradas por las ideologías fascistas y marxistas, porque de ellas, incluso, tomó elementos para inocularse en el mundo moderno.



Desde el punto de vista filosófico toma del nominalismo la negación de la esencia de las cosas para afirmar que las cosas son lo que su nombre indica, así, con el apoyo del existencialismo viene a reiterar que las cosas no tienen una naturaleza específica, sino que se construyen en la historia. Las consecuencias antropológicas son claras, el hombre no es una cosa específica, sino historia.



Este hacerse en la historia a partir de algo indeterminado, permitiría negar la objetividad de la naturaleza humana y, por lo tanto, su identidad como hombre o mujer, a pesar de ser biológicamente sexuado.



La concepción de género vino a constituirse como la resultante de una construcción histórico-cultural que determinaría a las personas más allá de lo que inevitablemente son. De esta manera, la falta de identidad consigo mismo, lejos de ser un problema sicológico o psiquiátrico, se convirtió en una "liberación" de la atadura física, para establecer la posibilidad de una opción "libre" de la propia sexualidad.



Así, lo que originalmente se presentó como una lucha de las mujeres pasó a ser una verdadera desconstrucción de la persona humana, levantando la bandera hacia la libertad de "opción", no de sexo, pues éste es biológico y forma parte de la unidad personal, sino "cultural", contra natura misma. Por ese camino se ha iniciado una revolución que, según sus exponentes, "desconstruye" lo construido culturalmente y es visto como una imposición social y hasta clasista.



Llevada a sus consecuencias totales, la ideología de género que defiende el supuesto derecho a optar por el género preferido, tendrían cabida y derecho a vivir como quieran los homosexuales, los bisexuales, los transgénero, los transexuales, los pedófilos, los travestis, los fetichistas, los voyeristas, los exhibicionistas, los sadistas y masoquistas sexuales y hasta los bestialistas.



Y no sólo se trata de que puedan hacer lo que quieran –de hecho nadie puede impedírselos en muchos casos–, sino que estas desviaciones sexuales dejen de ser consideradas como delitos e, incluso, se les otorguen los derechos de la institución social por excelencia que es la familia resultante del matrimonio entre hombre y mujer.



Con ello asistiríamos a la más grande revolución social de la historia, incluso más allá de lo que se imaginó Federico Engels, pues ello cambiaría radicalmente las formas de relación entre las personas, independientemente de su sexo.



Pero no se piense que estas son especulaciones. Ya en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se intentó –aunque hasta ahora ha sido rechazado– introducir la idea del "derecho a la opción sexual" como un derecho humano. Pero no sólo allá. Aquí, en México, en el Senado se acaba de detener la minuta de los diputados para reformar el artículo 1 de la Constitución que abría la puerta para la introducción de este fenómeno en la Carta Magna y convertirlo en un derecho protegido y hasta promovido por el Estado.



Pocos conocen y saben lo que se estaba cocinando. Ni los mismos legisladores han reflexionado acerca del gol que estaban a punto de meterles. Por fortuna, la alerta detuvo el proyecto. Sin embargo, el peligro no está conjurado. La sociedad tiene que hablar.




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