jueves, 22 de septiembre de 2011

El Lobo y el Perro


Antero Duks



Un lobo flaco y hambriento encontró por casualidad a un perro bien nutrido. Luego de detenerse para cambiar el saludo, preguntó el Lobo:


-¿De dónde vienes que estas tan lúcido? ¿Qué comes para estar tan alimentado? Yo, que soy más fuerte, me muero de hambre.


-Igual fortuna tendrías si quisieras prestar a mi amo los mismos servicios que yo le presto.


-¿Qué servicios son éstos? –preguntó el Lobo.


-Cuidar su puerta y defender de noche su casa contra los ladrones.


-Estoy dispuesto. Las lluvias y las nieves en los bosques me arrastran hacia una vida miserable. ¡Qué bueno me sería vivir bajo techo y saciarme tranquilo con abundante comida!


-Pues bien –dijo el Perro-, ven conmigo.


Mientras caminaban, vio el Lobo el cuello pelado del Perro por causa de una cadena y le preguntó:


-Dime, amigo. ¿De dónde viene eso?


-Como les parezco demasiado inquieto –repuso el Perro-, me atan de día para que duerma y vigile para cuando llega la noche; pero yo, al caer el crepúsculo, ando errante por donde me parece. Como premio, me traen el alimento sin que yo lo pida; el amo me da los huesos de su propia mesa; los criados me dan los restos y los guisos que ya nadie quiere. De modo que, sin trabajo, se llena mi barriga.


-Pero si deseas salir y marchar a donde quieras, ¿te lo permiten?


-No, eso no –dijo el Perro.


Y reflexionando muy poco, dijo el Lobo:


-Goza tú de esos bienes que yo no los quiero, ya que para disfrutarlos he de sacrificar mi libertad.


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