Por: Querien Vangal Diciembre / 2008 En víspera de la navidad leí algo que me hizo meditar un buen rato. Se trata de un relato de alguien que se supone es un alto empleado administrativo de una empresa importante. En la oficina todos circulan como locos.} Cerrando presupuestos, analizando objetivos, planificando, pagando cuentas. Hasta el más tranquilo de la empresa se muestra atolondrado. Sentada en mi escritorio intento abstraerme de la realidad y observar el estrés que todos y cada uno de los que circulan por los pasillos de la empresa poseen.
Abro mis mails y noto que recibí uno de mi hermana. Al abrirlo descubro que es una hermosa foto de mis sobrinas junto a Papá Noel.
El simple hecho de mirarla me traslado a mi infancia.
Que linda que es ésta época del año cuando uno es niño.
La ansiada tarde del 8 de diciembre donde en familia decorábamos el arbolito.
Recuerdo la emoción que me provocaba la visita a Papá Noel. Varios días antes ya redactaba la carta junto a mi madre e intentaba portarme bien ya que sino "Papá Noel no traería los regalos deseados".
La ilusión y la esperanza de la llegada del niño Jesús.
En mi país, además, ya estábamos de vacaciones.
El calor obligaba a salir de las casas y pasar el día en las veredas mojándonos con lo que tuviéramos a mano.
Recuerdo el aroma del pan dulce a la hora de la merienda y las sobremesas comiendo frutos secos durante todo diciembre.
Ni que hablar de las góndolas de los supermercados vestidas de rojo y ofreciendo toda variedad de juguetes que, con solo verlos exhibidos, uno ya los disfrutaba.
Un compañero de oficina me vuelve a la realidad de un grito. Un proveedor desea preguntarme si su pago saldrá antes de fin de año.
Se torna difícil vivir la navidad en la adultez como en la infancia ¿no?
Me niego a aceptar esto.
Ya que en mi trabajo se están planteando los objetivos para el 2010 propongo un gran objetivo para esta navidad…. Pedir deseos con la misma intensidad que cuando niños.
Por lo tanto… ¿Qué le pedirías a Papa Noel?
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