Antero Duks
Érase una vez, en un lugar muy lejano (y al mismo tiempo cercano), hace muchos, muchos años (y al mismo tiempo ahora), un grupo de caballeros que viajaban en una noche oscura. Con sus caballos ya cansados, subían por una montaña pedregosa y escarpada.
El agotamiento y el desánimo se habían apoderado de todos los miembros del grupo.
Deseaban detenerse y dormir, pero el viaje no podía interrumpirse.
En ese momento una voz muy fuerte, como un trueno, surgió de los cielos:
- Desmonten de sus caballos, llenen sus bolsas con las piedras del camino y continúen el viaje. Al amanecer sentirán alegría y tristeza al mismo tiempo.
Algunos lo hicieron, otros no.
Unos cargaron muchas piedras, otros pocas.
Sin entretenerse demasiado, siguieron su viaje.
Al amanecer, tal como la voz les había anunciado, se encontraban alegres y tristes al mismo tiempo.
Alegres, porque no se trataba de piedras normales, sino de diamantes.
Y tristes, porque se arrepentían de no haber recogido una cantidad mayor.
Así es la vida.
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