sábado, 21 de enero de 2012

Forma hoy para que dejen huella mañana

 

Por Raúl Espinoza Aguilera

Enero de 2012

 

Hace unos días veía un interesante video sobre los jóvenes y sus problemáticas actuales. Una de las chicas planteaba lo siguiente:

 

-¿Por qué ustedes los mayores nos hablan en un lenguaje que no les entendemos? ¿Por qué a veces dan la impresión que de antemano nos critican o censuran y parece que no comprenden nuestros verdaderos problemas? -¿A qué te refieres? –le cuestionaba su interlocutor. -A que nos quieren enseñar valores con un lenguaje del siglo pasado, o de la Edad Media, y para ser sincera muchas veces -al menos en mi caso- sencillamente no les entiendo.

 

Sin duda, se trata de todo un reto, un desafío el mantener una buena comunicación con las nuevas generaciones y saber transmitir los valores en un lenguaje comprensible y accesible para ellos, cuidando siempre el procurar imprimirle un tono positivo y conciliador.

 

Desde luego, no se trata de ceder ante las verdades fundamentales ni decirles que lo que es intrínsecamente malo o perverso ahora sea "bueno" o que "da igual" una cosa que la otra.

 

Sino más bien, los padres, profesores, orientadores familiares y profesionistas debemos de buscar "nuevos modos o maneras" de decir las mismas ideas y conceptos, de tal manera que les resulten atractivas e interesantes.

 

En un reciente mensaje del Papa Benedicto XVI comentaba: "Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz" (1-I-2012).

 

Considero que no es verdad -como sostienen algunos- que los jóvenes de nuestro tiempo ya no tengan ideales o sueños nobles. Todo lo contrario, hoy como nunca me he encontrado con universitarios y profesionistas que inician el camino de sus vidas y que desean mejorar su entorno familiar, su mundo laboral; buscan tener una sociedad que acabe con esas dramáticas diferencias sociales, con más oportunidades de empleos para todos; con una vida política sin corrupción y preocupada realmente por servir al bien común.

 

Los jóvenes de ahora se sienten lastimados por la situación de extrema pobreza que padecen algunos sectores de la sociedad, por las discriminaciones hacia los indígenas, los discapacitados o hacia los que menos bienes materiales tienen.

 

Les preocupa que no haya suficientes centros educación superior donde todos puedan tener oportunidad y acceso al ejercicio futuro de una profesión justamente remunerada.

 

Sufren al observar cómo se desintegran las familias –que muchas veces es la suya propia- cuando los brazos trabajadores de sus padres, tíos y hermanos mayores no tienen más remedio que emigrar hacia Estados Unidos, Canadá y Europa para poder sobrevivir, con todos los desajustes socioculturales que eso supone.

 

A la vez, me admira cómo miles de jóvenes de hoy colaboran en instituciones filantrópicas y en numerosas labores sociales y asistenciales en las zonas de mayor marginación, sin recibir nada a cambio, más que el gusto de contribuir a llevar una ayuda solidaria a los demás. Esto es un fenómeno que no se observaba en décadas anteriores, al menos en la escala que ahora se contempla.

 

"Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo -continúa el Papa- expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro.

 

"En la actualidad, muchos son los aspectos que les preocupan: el deseo de recibir una formación que los prepare con más profundidad para afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario".

 

Hay quienes dicen que a los jóvenes de ahora ya no les interesa ni Dios ni la moral ni la religión. Ante esta injustificada apreciación, sólo haría tres preguntas: ¿No presenciamos en el pasado verano una inusitada manifestación pública de fe y de amor a la Iglesia con la visita de Benedicto XVI a Madrid? ¿No es impresionante, en México, por ejemplo, cómo miles de jóvenes escalan año con año, en peregrinación de penitencia y oración, para rezar ante el Monumento del Cristo Rey en el Cerro del Cubilete, que visitará el Papa próximamente?

 

¿No es emocionante y esperanzador contemplar cómo millones de fieles –particularmente de jóvenes- vienen de los lugares más distantes del país, alrededor del 12 de diciembre, a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en bicicleta, corriendo alternadamente con antorchas encendidas, en autobuses, camiones de carga, en multitudinarias peregrinaciones, sufriendo las inclemencias del frío y de los largos trayectos, para rezarle a la Morenita del Tepeyac?

 

¿Qué a muchos jóvenes les hace falta una mayor formación doctrinal religiosa y cimentar mejor sus valores? Sin duda. Pero el Papa nos anima a los mayores que sepamos hacer nuestra tarea con un lenguaje lleno de apertura, de diálogo, de escucha, de tal manera que los jóvenes se sientan valorados y motivados en sus propias potencialidades y en su riqueza interior, a la vez, que sepamos apreciar sus virtudes y cualidades por impulsar y desarrollar sus respectivas personalidades.

 

Considero que los formadores no debemos tener miedo a que los adolescentes pregunten sobre todas sus inquietudes, del tipo que sean. Por ejemplo, en materia de sexualidad. Si no lo hacemos con plena sinceridad, amigablemente, cara a cara, acabarán buscando la respuesta a sus cuestionamientos de una manera brutal y distorsionada a través de supuestos "amigos" que muchas veces tienen una visión equivocada y frívola de una realidad tan noble del ser humano como es el sexo o a través del "bombardeo" visual y de confusión ideológica que muchas veces presenta el Internet.

 

Los jóvenes de todos los tiempos se siguen haciendo las triples preguntas vitales: "¿Quién soy? (o "¿Quién es el hombre o la mujer?") ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?". Y hay que tener la capacidad y el don de la oportunidad para saber respondérselas adecuadamente. A la vez que plantearles grandes ideales y metas en sus vidas.

 

Es verdad que a los jóvenes actuales ya no les agrada que se les impongan las verdades de modo dogmático sino que, más bien, desean que se les ayude a reflexionar y que sean ellos mismos los que lleguen -a base de razonamientos lógicos- a las conclusiones claves: ¿Por qué es importante defender la vida humana? ¿Y cuidar de la unión familiar? ¿Por qué es necesario estudiar responsable y esmeradamente y no claudicar ante la presión social del ambiente que empuja hacia lo más fácil y placentero, como el consumo inmoderado del alcohol, o peor aún, de las drogas?

 

En definitiva, son ellos mismos los que deben de asimilar el porqué hacer un buen uso de su libertad, el porqué vale la pena no caer en el relativismo que impera en tantos ambientes y en algunos medios de comunicación, el porqué amar apasionadamente la caridad y la justicia para servir a su propia comunidad.

 

Por ello, Benedicto XVI nos anima a entusiasmarlos porque amen de todo corazón la verdad y la libertad. Y que se decidan a tener la maravillosa experiencia de un encuentro personalísimo con esa Persona (con mayúscula), con el Rostro de Jesucristo y se conviertan en amigos de Dios, como compañero inseparable en el trayecto de sus vidas.

 

 

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