lunes, 22 de marzo de 2010

Benito Juárez, entre la patria y la secta

  

Por: Equipo yoinfluyo.com

Marzo / 2010

 

Benito Juárez es, sin duda, una de las figuras históricas más aclamadas en el México contemporáneo. La clase política habla del "espíritu juarista" cual si ello fuera un conjuro para adquirir características de estadista y visión de Estado. La corriente liberal ha hecho suyo el legado de este personaje. ¿Qué fue lo que Juárez nos dejó a los mexicanos de hoy?

 

¿QUIÉN FUE BENITO JUÁREZ?

 

Benito Pablo Juárez García nació el 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Las circunstancias, el momento histórico que rodearon a Juárez en aquellos tiempos fueron fundamentales, dado que se trató del tiempo de la consolidación de nuestro país.

 

Dado que sus padres murieron cuando él era apenas un niño, su tío Bernardino se hizo cargo de él. Le enseñaba castellano al joven de origen zapoteca, idioma que éste aprendía con entusiasmo. No queda duda: Benito Juárez, desde temprana edad, se interesó en desarrollarse más allá de trabajar en el campo. Lo que él realmente quería era estudiar.

 


El joven se fugó de su lugar de origen: dejó atrás su trabajo, su rutina y hábitos para enfrascarse en una verdadera aventura. Su hermana, entonces trabajadora de una familia noble, recibió a Benito. Fue empleado como cuidador de la granja de un afamado comerciante extranjero, de nombre Antonio Maza.

 

No tardó mucho en conocer al sacerdote Antonio Salanueva, de la orden franciscana, quien impulsó a Juárez a estudiar. Así, tiempo después, aunque afirmaba sentir "instintiva repugnancia" hacia los asuntos eclesiásticos (ver Apuntes para mis hijos, Benito Juárez, México, 1857), se mantuvo en el seminario estudiando latín, filosofía y teología. Hacia 1824, abandonó el seminario.

Juárez siguió preparándose. En 1834 se graduó de la carrera de Jurisprudencia, la cual cursó en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca.

 

Luego de haber emprendido una carrera política en los tribunales y regimientos de Oaxaca, llegó a la Ciudad de México en 1847, cuando fue elegido diputado federal. Registros históricos cuentan que en aquel año, Juárez se inició en la masonería, en la que se impuso el nombre de Guillermo Tell (ver La Epopeya de México Volumen II: De Juárez al PRI, Armando Ayala, México, 2005).

 

UN MEXICANO MUY MASÓN: BENITO JUÁREZ

 

"Juárez fue un francmasón que perteneció al Rito Nacional Mexicano, y en el que llegó a obtener el grado Noveno, equivalente al grado 33° del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que fue tan ferviente en la práctica masónica que su nombre se conserva con veneración en todos los ritos, y muchas logias y cuerpos filosóficos lo han adoptado como un símbolo sagrado".

 

Así afirma Rafael Zayas Enríquez, ensayista, dramaturgo mexicano y autor de "Benito Juárez, su vida y su obra". La pertenencia de Juárez a la masonería no es un secreto, como tampoco lo son los fines de dicha organización. El semanario digital ALBA, en octubre de 2009, publicó una entrevista a Vicente Alejandro Guillamón, quien escribió un libro llamado "Los masones en el gobierno de España".

 

Ante la pregunta de si hay algún denominador común en las obediencias masónicas, Alejandro Guillamón respondió: "Su inquina a lo católico. Y en las obediencias ateas o agnósticas, a lo cristiano en general. La orden es especialista en enredar y cuenta con numerosas terminales mediáticas capaces de arruinar la fama y la vida del más pintado, de forma que se impone ser cautos".

 

El masón Cuauhtémoc Molina García, en el sitio web "Pietre-Stones, review of Freemasonry", señala:

 

"[...] Jamás los masones mexicanos hemos renunciado al hálito universal de la masonería regular, pero ante los embates de un clero sedicente —como el que en México existió durante La Colonia y durante el siglo XIX— los hombres de pensamiento progresista tuvieron que salir a la palestra en defensa de los ideales de evolución y transformación que la masonería proclama en su fuero más interno y que constituye el leit motiv implícito en sus enseñanzas y rituales.

 
"Juárez fue uno de esos hombres, y la pléyade que le acompañó en su lucha —los Hombres de la Reforma Liberal— son el mejor ejemplo de cómo los principios, los postulados y las enseñanzas de la masonería deben sembrar la inquietud y los ánimos de las instituciones sociales y políticas de los pueblos evolucionados.

 

"Los Estados Unidos fueron fundados por masones y la Reforma Liberal Mexicana es, sin duda alguna, la segunda fundación de nuestra República y al mismo tiempo la inauguración definitiva que colocó a México entre las naciones civilizadas del mundo".

 

Hay quienes afirman, creyentes de las teorías de la conspiración, que pensar en que la masonería estuvo detrás de la Leyes de Reforma que promulgó Juárez es algo más que paranoico. Sin embargo, hay quienes creen que la realidad, cuando es contundente, habla por sí misma. Parece que este es el caso.

 

El entonces presidente Benito Juárez promulgó las Leyes de Reforma entre 1859 y 1860. Esas leyes prohibían a la Iglesia Católica recibir donaciones y beneficios económicos, expropiaban los bienes del clero a favor de la nación, prohibían la existencia de claustros y conventos, así como la realización de ceremonias fuera de los templos religiosos. No cabe duda, en esas leyes había un verdadero tufo anticlerical.

 

Queda la duda: ¿por qué los masones asumen que "los principios, los postulados y las enseñanzas de la masonería deben sembrar la inquietud y los ánimos de las instituciones sociales y políticas de los pueblos evolucionados"? ¿Eso es servir a la patria? ¿Diseñar y legislar en función de dogmas políticos y sociales tiene largo aliento?

 

EL LEGADO DE BENITO JUÁREZ

 

Actualmente Benito Juárez es objeto de culto. Lo invocan derecha e izquierda por igual. Es conocido como el "Benemérito de las Américas". Es cierto, el legado de Benito Juárez es amplio. Un hombre con una visión política privilegiada, la aprovechó para sortear las crisis políticas en las que participó en su tiempo.

 

Conocedor y estudioso de otros sistemas políticos, su papel consistió en consolidar el propio sistema político mexicano. Y vaya que lo logró. A través de la Constitución de 1857 dio un giro al espíritu de las leyes nacionales, diseñó nuevas instituciones y dio paso a una nueva era en la vida pública mexicana.

 

Sin embargo, ese legado ha quedado empañado por el trasfondo antirreligioso imperante en aquella Constitución, que configuró el quehacer cotidiano del país, que fue el antecedente de la Constitución de 1917 –conocida por su marcado anticlericalismo– y que derivó en el conflicto cristero de 1926.

 

Juárez fue un hombre que buscó construir un país democrático, pero su empeño se volcó hacia una franca –aunque soterrada– persecución religiosa. Buscó que las instituciones y la sociedad mexicanas se alejaran de un punto esencial de su identidad: el fenómeno religioso.

 

Este hecho persiste hasta nuestros días. El legado de Juárez es reivindicado por muchos políticos, académicos y periodistas de hoy que comparten un discurso y posturas ideológicas comunes. Los vemos y escuchamos todos los días. El espíritu antirreligioso juarista permanece cuando se busca configurar instituciones y al Estado mismo en función de lo que se resuelve en las llamadas "tenidas" y "talleres".

 

Existe una tremenda diferencia entre el espíritu de dar a las instituciones civiles su justa dimensión y separarlas por completo de la naturaleza e identidad mexicana. Nadie pone en duda la necesaria separación Iglesia-Estado. Lo preocupante es que esa separación se convierta en persecución, como de hecho sucedió cuando Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles llegaron al poder.

 

El legado de Juárez es haber consolidado un sistema político que se negaba a hacerlo. Su error fue configurarlo en función de sus dogmas masónicos, dado que hoy nos encontramos con la necesidad de reformarlo una vez más.

 

Al final de cuentas, ¿quiénes son los que usan ornamentos litúrgicos, hacen ceremonias y celebraciones en las que se discute el destino político, social y económico de México?

 

 

 «El respeto a la ley enaltece nuestro espíritu»

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