sábado, 20 de marzo de 2010

México de mis amores

 

Por: Alberto Núñez Esteva

Presidente de Sociedad en Movimiento

Marzo / 2010

 

Se ha puesto de moda, una moda muy desafortunada –por decirlo de alguna manera-, vituperar a México.  Algunos se trepan a las aciagas declaraciones del entrenador de nuestra selección de fútbol (sobre las cuales ya pidió perdón con hombría); otros circulan correos electrónicos  donde señalan todo lo que sufre nuestro México querido, pronosticando un futuro desastroso. El  diagnóstico es cierto, México pasa por un mal momento, muy malo, el peor, quizá, de los tres cuartos de siglo que me ha tocado, para mi fortuna, vivir en él; pero también he visto a seres muy  cercanos a mí pasar por momentos muy malos, angustiosos, y no por eso pensé en calumniarlos y romper mi relación con ellos.  La pregunta que me hice en aquel momento fue: ¿En qué te puedo ayudar? Y la misma pregunta me hago en relación a México ¿En qué te puedo ayudar? Algunos, los menos, buscarán destino en el extranjero. Otros, la gran mayoría de los  mexicanos, yo entre ellos, continuaremos viviendo en nuestro país, junto a nuestras familias y cerca de nuestras amistades, luchando contra todo lo que haya que luchar y disfrutando de lo que haya que disfrutar. México de mis amores ¿En qué te puedo ayudar?

 

Dice un refrán popular que "cada quien habla de la feria como le fue en ella". Yo hablo de la tierra en la que he vivido y disfrutado mis setenta y seis años de edad. Un México en donde he conseguido todo lo que tengo. Mi familia, lo más preciado -cinco hijos y seis nietos-, quienes con la bendición de Dios vivimos en la siempre difícil, bella, e histórica Ciudad de México, con su maravilloso Bosque de Chapultepec, que me acoge con gran frecuencia a las siete de la mañana para caminar por sus calzadas. ¿Qué haría yo sin sus árboles centenarios y sin su lago? Desde ahí disfruto el amanecer, porque el sol se levanta muy cerca, a la izquierda de nuestros volcanes  Iztacíhuatl y Popocatépetl ¿Qué haría yo sin esos maravillosos guardianes, hoy  cubiertos de nieve y más hermosos que nunca? ¿Y qué haría yo sin nuestro Centro Histórico, sin nuestra Alameda, sin la calle de Madero? ¿Qué sería de México sin el Zócalo, sin  la maravillosa catedral -que es parte de nuestra historia y de nuestra cultura-, y sin sus majestuosos palacios, donde cada 15 de septiembre la muchedumbre vibra  de emoción?

 

Dios ha sido bueno conmigo y me ha permitido conocer muchos, pero muchos países. También he conocido y he disfrutado hasta las lágrimas la belleza de Michoacán, de Oaxaca y Zacatecas, de San Cristóbal de las Casas y de  Puebla; de las playas de Acapulco, Cancún y Mazatlán. La alegría jarocha de Veracruz, la reciedumbre de Monterrey, la personalidad única de Mérida, la calma de Campeche. Y podría mencionar muchos otros lugares, maravillosos lugares de nuestra tierra.

 

Litorales como los de México son difíciles de encontrar; cultura milenaria con el mensaje profundo de sus templos y pirámides, no abunda por doquier;  edificios majestuosos que recuerdan nuestra época colonial, son, algunos, patrimonio de la humanidad. Muy pocos países en el mundo reúnen las riquezas de las que México dispone, y que nosotros tenemos alrededor.

 

Yo estudié, gratuitamente, en la UNAM, mi querida Universidad en donde además impartí cátedra durante veinticinco años, disfrutando cada una de las clases a través del contacto con mis alumnos. Tuve la oportunidad de practicar exitosamente la contaduría pública a partir de los diecisiete años de edad en el Despacho Roberto Casas Alatriste, de grata memoria, donde aprendí no sólo los secretos de mi profesión, sino los grandes valores que deben ser guía de una vida digna. Ocupé puestos de importancia en el sector privado y en las organizaciones de la sociedad civil. Mi país, mi querido México, pagó con creces mi esfuerzo. Estoy convencido de que hubiese sido difícil lograr lo mismo en otro país.

 

He disfrutado y sigo disfrutando las canciones de Agustín Lara, de José Alfredo Jiménez y  Armando Manzanero, entre otros grandes canta autores. Escucho con verdadero placer a Toña la Negra, a Pedro Vargas,  a Jorge Negrete y Pedro Infante, algunos entre tantos y tantos artistas que me recuerdan mi maravillosa y alegre juventud; genios creadores de la música  que llevaba de serenata  los sábados en la noche a la niña de mis ojos. Disfruto  de nuestros escamoles,  nuestros chiles en nogada, nuestro cabrito norteño, nuestro mole negro, nuestro tequila y nuestra cerveza. Qué decir de las películas de Cantinflas, de Joaquín Pardavé y de María Félix, que sigo gozando intensamente a pesar de que algunas las conozco casi de memoria.

 

México de mis recuerdos, México de mi presente, lo único que puedo decirte es lo mucho que te quiero y que hoy, más que nunca, estoy listo para luchar por tu futuro digno y nunca para denigrarte ¡Dios me dará fuerzas para llegar al fin de esta carrera!

 

Presidente de Sociedad en Movimiento


sociedad.en.movimiento@hotmail.com

 

 

 



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