jueves, 11 de noviembre de 2010

Efectos de la adopción gay según el psicoanálisis. Parte VII

 

Por: José A. Pérez Stuart

Noviembre / 2010

 

Tal y como lo establece la doctora Beatriz Obregón Madero, "debe diferenciarse entre lo que es propiamente la identificación del cuerpo (independientemente de que éste sea sexuado o no) y la identidad sexual, que a su vez es distinta de la identidad de género.

 

"Es decir, el ser humano es una unidad sustancial de cuerpo y alma desde un punto de vista ontológico y por ello es persona. Esto, pues, hablando desde el plano ontológico, no antropológico y mucho menos psicológico.

 

 "Ahora bien, hay enfermos, especialmente esquizofrénicos, que pueden rechazar su corporeidad pero no como un cuerpo sexuado, sino como algo efectivamente escindido del ser, en el sentido de que ven el cuerpo y el espíritu como dos realidades que no se integran.

 

"Bien sea por algún tipo de delirio, en donde no se reconocen a sí mismos en la imagen que el espejo proyecta, o porque creen que se han quedado vacíos o sin cuerpo (en los casos más graves de delirios depresivos), o bien, rechazan su cuerpo porque hay algún tipo de delirio dismorfofóbico en donde el paciente no se gusta a sí mismo.

 

"En otros casos, aún sin que exista ninguna enfermedad mental específica el paciente puede no sentirse completamente a gusto con su esquema corporal (no porque éste sea sexuado o no), pero sin llegar a pensar 'ese no soy yo', de un modo existencial radical.

 

"Por otra parte, la identidad sexual se refiere a la convicción interna de una persona acerca de ser varón o mujer, y aunque identidad sexual e identidad personal no son lo mismo, efectivamente, como ya se dijo antes, es casi imposible la identidad subjetiva desligada del esquema corporal.

 

"Sin embargo, podemos aun ir más allá y hablar del sexo psicológico, que casi se superpone al concepto anterior y es el que más le importa al ser humano. Es el más fuertemente vinculado a su subjetividad. Es el prototipo o imagen que mejor sirve para nuestro reconocimiento e identificación sexual. Está menos condicionado biológicamente. Es el Yo sexuado, siguiendo a Polaino en "Sexo y Cultura".

 

"Es decir, una persona puede tener una identidad sexual correcta (sabe y tiene la convicción interna de ser varón o mujer según indican sus características sexuales biológicas), pero no se identifica con todo lo que el ser varón o mujer lleva consigo.

 

"El sexo psicológico, que está menos ligado al esquema corporal y más a aspectos psico-socio-culturales, puede estar en conflicto con la identidad sexual, y por ello se considera que la adquisición de la identidad sexual (que creo que sería mejor llamarle identidad de género o sexo psicológico, para que no se confundan los conceptos) se encuentra más fuertemente relacionada con los aspectos psico-socio-culturales que con los biológicos.

 

"Es por ello que, cuando se ha asignado mal el sexo a un bebé (porque existían alteraciones genitales que fueron confundidas), el niño adquiere tan tempranamente la identidad sexual (de ser varón o mujer), que se piensa que una operación quirúrgica para reasignación de sexo debe llevarse a cabo antes de los dos años de edad, para que el niño pueda identificarse con su nueva identidad sexual.

 

"En el DSM-IV (y versiones anteriores), se habla de identidad sexual o de género de manera indistinta, y su alteración es el transexualismo. La persona sabe que tiene un cuerpo de hombre o de mujer pero no se siente hombre o no se siente mujer y por ello quiere cambiar sus características corporales de manera radical. No es una mera confusión de rol (que sería el travestismo), sino de la propia identidad radical" (Obregón Madero, Beatriz, correspondencia privada, febrero 2010).

 

La corporeidad propia, pues, queda como algo indeseado. La persona deja de ser tal. Es un sujeto en pugna con su corporeidad, olvidando que "el hombre es realmente él mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima; el desafío del eros puede considerarse superado cuando se logra esta unificación.

 

"Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad. Si, por el contrario, repudia el espíritu y por tanto considera la materia, el cuerpo, como una realidad exclusiva, malogra igualmente su grandeza (…).


"Pero ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma. Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el hombre es plenamente él mismo. Únicamente de este modo el amor —el eros— puede madurar hasta su verdadera grandeza" (Benedicto XVl, Deus Caritas Est, No. 5).

 

Pero bajo su visión psicoanalítica, McDougall anota dos conceptos centrales relativos a los orígenes de la identidad sexual, como constitutivos del telón de fondo:

 

·         El supuesto sentido innato de la bisexualidad psíquica en todo menor.

·         La importancia de las fantasías creadas por los pequeños acerca de la llamada "escena primaria" o representación mental que se tiene de la relación sexual entre los padres.

 

En torno al primero de dichos conceptos, McDougall –siguiendo a Freud, para quien todo niño es polimorfo perverso, con una estructura psicológica constitucionalmente bisexual–, asegura que "todo niño querría poseer los misteriosos órganos sexuales del hombre y de la mujer" (McDougall, Op. Cit., p. 14), y en cuanto al segundo concepto, afirma que "todo niño tiene un saber inconsciente y crea una mitología personal en torno a su representación de las relaciones sexuales de los padres" (Ibid., p. 18).

 

Ese presunto deseo generalizado de "poseer los misteriosos órganos sexuales del hombre y la mujer" sirve a McDougall como plataforma para asegurar que "una de las heridas narcisistas más escandalosas para la megalomanía infantil es la infligida por la obligación de aceptar nuestra monosexualidad biológica" (McDougall, Op. Cit., p. 14).

 

Saberse sólo hombre, saberse sólo mujer, es hiriente, según McDougall, para todo niño. Adicionalmente, "la confusión que engendran esos anhelos bisexuales en la organización precoz de la estructura psicosexual, gravita sobre numerosos aspectos de nuestra vida adulta" (Idem. p., 14).

 

 



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